Voy a partir por admitir que me costó escoger un título para esta publicación, pues creo que de todo lo que aquí hablo invita a pensar y revisar el modo de integrar nuestra salud reproductiva con nuestra salud sexual, y por tanto, al reflexionar sobre cómo vivir nuestra sexualidad y cuidados reproductivos van a existir miradas polarizadas. Frente a las polaridades no hago juicios, creo que la libertad está en decidir desde cada realidad personal, y siendo lo más integrador en la vida humana el AMOR, me pareció que mirar la integración de lo sexual y reproductivo desde el cuidado sobre éstos debe partir de ahí, del amor por uno mismo por ello la pregunta al comienzo: ¿es un acto de amor propio?
Pienso que la respuesta es SÍ, el conocer nuestra fertilidad y su cuidado es parte del amor propio, de lo contrario las campañas de salud que buscan disminuir enfermedades de transmisión sexual serían todo un éxito y no es así, vemos un rebote y crecimiento en los contagios pues lo que se educa es de nuevo el cuidado desde lo físico solamente y no desde lo afectivo, falta en la conciencia el “me cuido porque me quiero” para luego lograr el, “te cuido tanto como cuido de mí mismo”. Y es que cómo lograrlo si ¡NO SE CUIDA LO QUE NO SE CONOCE! Aquí hay una brecha que saldar.
En primer lugar, si nos detenemos un poco en la palabra reconocimiento, habremos de coincidir en que hay distintas maneras de significarla. De hecho, si consultamos a la Real Academia de la Lengua Española, veremos que reconocimiento tiene dos acepciones: 1. m. Acción y efecto de reconocer o reconocerse; y 2. m. gratitud. Si vamos más allá, y nos detenemos entonces en qué es reconocer, encontramos 17 descripciones, de las cuáles quiero compartir hoy algunas de ellas: 1. tr. Examinar con cuidado algo o a alguien para enterarse de su identidad, naturaleza y circunstancias; 8. tr. Considerar, advertir o contemplar; 10. tr. Distinguir de las demás personas a una, por sus rasgos propios, como la voz, la fisonomía, los movimientos, etc; y por último, 16. prnl. Dicho de una persona: Tenerse a sí misma por lo que es en realidad en cuanto a su mérito, talento, fuerzas, recursos, etc.(1)
Pues bien, alentada por lo que acabo de compartir con ustedes surge la pregunta ¿la fertilidad es una facultad verdaderamente reconocida?
Tratando de responder esto, no puedo pensar sino que hay aquí una “tarea pendiente” que tiene que ver con nuestro autoconocimiento - o siguiendo la línea de las definiciones- auto-reconocimiento. Perdemos con facilidad el contacto con el extraordinario misterio de la vida y no nos damos espacio para saber quiénes somos, qué sentimos y qué queremos. Parece ser, que el reconocimiento actual se busca fuera de nosotros, disfrazado de éxito construimos una imagen idealizada de nosotros mismos, nos llenamos de expectativas que cumplir, evitamos cualquier frustración que nos saque de ese camino, pues buscamos con ansias “ser lo que se debe ser”, pensando con ello ser felices. ¿Cuál es el costo de este des-conocimiento personal?, quizás el más común hoy es encontrar personas que no saben qué sienten, al mínimo displacer o “falla” no están preparadas para tolerarlo, buscan un alivio inmediato pudiendo actuar impulsivamente, viven arrancando de sus propias emociones y su amor propio o autoestima, es muy frágil.
Quizás hasta aquí puede parecer que la única manera de lograr revertir la situación y lograr un conocimiento profundo, supone dedicarse gran parte del tiempo a uno mismo, olvidarse de las expectativas que nos imponen los demás…y por qué no, buscar ayuda quizás con un terapeuta. Pues ciertamente, sin desconocer el beneficio de algunas acciones como estas, gran parte de nuestro conocimiento proviene quizás de un primer acto que es CONTEMPLAR como lo hicimos cuando niños: nuestro cuerpo y afectos.
No por azar las guaguas cuando nacen se exploran a sí mismas, se miran las manos, se mueven, y van comunicando con pequeños actos como el llanto y la sonrisa, sus necesidades. Ahora bien, en el desarrollo afectivo ese niño va conociéndose en la medida que hay otro, “la madre”, que actúa de sostén, que acoge sus necesidades y las satisface, haciendo que el niño vaya encontrando alivio. Para que esto ocurra, lo primero que debe suceder es que sea el mismo niño el que capte sus sensaciones fisiológicas de placer o displacer, y que pueda comunicarlas de alguna manera. En este primer acto, la emoción de displacer o malestar, juega un rol fundamental en el crecimiento y socialización del niño, ayudan al niño a organizar su conducta para conseguir una meta: alimentarse, cobijarse, sanarse, etc.
Ya de adultos, parece que se nos ha olvidado que tomar conciencia de lo que nuestro cuerpo nos dice y nuestras emociones, es un acto natural y bueno. Tal y como lo hicimos de niños, pudiendo así desarrollarnos y relacionarnos con otros. Reconocer qué sentimos, para dirigir hacia lo que queremos nuestras acciones de un modo coherente, resulta una tarea difícil hoy frente al dinamismo, la “falta de tiempo” en la que caemos todos, el egoísmo, el exitismo, etc. La afectividad vivida así sin reflexión, puede generar un comportamiento impulsivo, en donde no se tome conciencia de los propios sentimientos y los de los demás. Hay que encontrar la síntesis entre razón y emotividad, como señaló Ortega y Gasset, pues “la afectividad, es el viento que empuja las velas del pensamiento”. En este sentido, la afectividad nos muestra el bien de algo y nos impulsa en las acciones al cuidado de ese algo (2). En el conocimiento de nuestro cuerpo y de la propia fertilidad, se juega el autoconocimiento de una manera propiamente humana, pues al conocerme y valorar esta parte de mí, la reconozco como un bien que en la relación con otro no sólo busca la satisfacción personal, o el alivio de una pulsión o instinto – como diría Freud – sino como bien, busca ser acogido y donado a otro. De ahí que hoy en día, la donación de gametos surge no sólo por la posibilidad técnica de que sea posible conservar óvulos o espermios, sino como un acto de donación por “querer el bien del otro”, cuando se sintoniza con la realidad que hay otros que tienen dificultades para concebir y quieren optar a tratamientos de alta complejidad para poder gestar.
El conocer la propia fertilidad le imprime a la persona un acto de propiedad sobre su propio cuerpo y de libertad, al poder decidir cómo potenciar, cuidar y/o “usar” esta potencialidad. En esta línea, el método de reconocimiento de la fertilidad o más bien conocido como método natural, si lo pensamos a la luz de todas las reflexiones que aquí he expuesto, supone de por sí el respeto y reconocimiento de esta facultad y primer acto, el de contemplar el cuerpo y los afectos. Permite a las mujeres poder apropiarse del dinamismo y ciclicidad particular que las rige, observar cómo este aspecto modela no sólo su biología sino también su sentir y conducta, pues cuántas habrán que días previos a la llegada de la menstruación observarán cambios en su ánimo, dolores, etc. Permite a partir de ello con la adecuada instrucción conocer cuáles son las fases que transito dentro de un ciclo, y determinar en relación a los signos observados y sensaciones cuándo se está fértil o si es necesario consultar porque se sospecha que algo no está funcionando de manera regular como sabrán quienes conocen el método y sino, pueden conocer más de él a través de una transmisión en vivo subida al grupo de Facebook en donde converso con María Teresa Gana (matrona) al respecto.
Hoy en día, en que las distancias, el escaso tiempo, las demandas y responsabilidades han generado estrés y problemas de salud en muchos, ha surgido en una parte no menor de personas la búsqueda del cuidado personal, encontrando respuestas en prácticas ecológicas como la conexión y defensa de la naturaleza, la alimentación saludable, el yoga, running, etc.; lo cual sin desconocer el valor que tienen y cuán necesario son, incluso para la misma sexualidad y fertilidad, no nos ha llevado aún a preguntarnos por el valor o estado de la propia fertilidad. Quizás quienes más presentes tienen esto último, son los que justamente queriendo tener hijos se han visto enfrentados a la realidad de no poder tenerlos cuándo se quería ni de la manera que se pensó, pues la mayoría de las personas vivimos dando por sentado nuestra capacidad reproductiva (“es cosa que deje los anticonceptivos y me pongo en campaña”, ¡cuántos han escuchado o han dicho lo anterior!). El primer gran duelo de la pareja que atraviesa por la infertilidad es precisamente hacer frente a la pérdida de esta fantasía de algo que se tenía, y abrirse a partir de esto a redefinir en la fantasía y realidad cómo será la llegada de los hijos que anhela o al gran proceso de redefinir su ser pareja, sin hijos. He aquí la necesidad de conocer, reconocer y reconocernos a tiempo, para poder administrar de la mejor manera posible aquello que nos fue dado y nos pertenece, y que ciertamente a la hora de pensar en tener hijos tiene para nosotras las mujeres, un tiempo limitado.
Afortunadamente, las habilidades de toma de conciencia pueden desarrollarse así como el conocimiento sobre la propia fertilidad. Para lo primero, el ahora más conocido “mindfulness” práctica históricamente ligada a antiguas disciplinas meditativas budistas, que consiste en ser plenamente conscientes de lo que ocurre en el momento presente, sin filtros ni prejuicios, en el aquí y ahora, viene a aportar y ser una herramienta que puede beneficiar a muchas personas (Bob Stahl & Elisa Goldstein, 2001), lo que trato de fomentar en aquellas parejas que buscan ayuda conmigo (2). Para lo segundo, la adecuada instrucción en el conocimiento de la fertilidad a través de poder observar y describir los signos de fertilidad que nuestro cuerpo nos comunica mes a mes, viene a ser la principal herramienta que las matronas formadas en este ámbito ocupan para ayudar a las parejas a apropiarse de este aspecto tan íntimo.
Dicho todo lo anterior, y para finalizar, podríamos decir que la toma de conciencia es una parte, pues una vez que somos conscientes de lo que somos y tenemos, o bien no tenemos y queremos, viene el paso de tomar decisiones y actuar en coherencia, quizás la parte más difícil si no hemos hecho el ejercicio previo de detenernos y reconocer nuestro propio valor, he ahí el desafío.
Fuentes:
(1) Real Academia Españoa (RAE), extraído de https://dle.rae.es/reconocimiento?m=form y https://dle.rae.es/reconocer?m=form
(2) Stahl B. & Goldstein, E. (2001). Mindfulness para reducir el estrés: una guía práctica. Editorial Kairós, S.A. Barcelona - España.
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