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Relato de parto

Han pasado 6 años, y creo es primera vez que me detengo a escribir detalles sobre nuestro parto. Digo nuestro, porque no lo experimenté sola, sentí a mi hijo tan protagonista como a mi cuerpo, el sostén de mi compañero Pablo y equipo como red, que navegó conmigo por instantes en donde ni yo sabía dónde estaba.

Dejamos atrás la semana del parto respetado y hace poco, los avances de Ley Adriana en Chile. A la luz de todo lo visibilizado este mes en redes, sólo puedo agradecer haber tenido experiencias de parto respetadas para un momento tan fundacional de lo que ha sido mi maternidad, la vida de mis hijos y nuestro sanar heridas del camino reproductivo.

Gracias a la invitación de Jesús Leturia (@doula_online), es que estoy compartiendo esto aquí. Lo hago con el fin de sumarme al colectivo de reunir relatos que colaboren, a ampliar las miradas del parir considerando la realidad de la llamada, "maternidad arcoíris" que me tocó transitar.

Soy Francisca, mamá de dos estrellas, Tomás y Maite, y hoy celebro a través de este relato la llegada de Tomás.


Un sábado por noche comenzó este viaje a tu encuentro, antes de acostarme voy al baño y descubro al limpiarme una secreción de color, no era sangrado sino algo más café. Inevitable fue por un instante en mi mente que eso me llevara a recordar otros momentos tan dolorosos, esos primeros meses yendo al baño para verificar que no hubiera señal de un aborto y las experiencias que te antecedieron. No, ya estábamos aquí tú y yo, en tus 39+6 semanas y era café, me dije, no puede ser lo mismo, no puede ser señal de algo malo, la calma pudo más y se mantuvo conmigo, pero la inicial alerta la sentí en el cuerpo, cual guardián de esa memoria emocional. ¡Tanto había trabajado los miedos para que ellos no se apoderaran de este momento! Logro observar a dónde se va mi mente y la traigo, agradezco sentirte y estar viviendo otro escenario, no es lo mismo, “puede ser el tapón mucoso”, murmuró suavemente mi mente en mi ayuda: “acuérdate de todo lo que te explicó la matrona, lo que puede pasar, los spoting no son todos lo mismo, los spoting no son todos lo mismo”, me repetí. Y así estaba siendo, cada embarazo tiene su lugar, le pedí a esos hijos que no alcancé a conocer que nos acompañaran en la llegada a su hermanito, este era su momento no el de ellos.

Le comparto a mi marido y decidimos avisar al equipo, contactamos a mi doula y ella se pone en contacto con la matrona, me llama, su voz en calma haciéndome preguntas sobre lo observado me apaciguan y marcan el comienzo, quedo con la opción de poder ir a la mañana siguiente a monitoreo con mi doctor que está de turno o avisar por cualquier necesidad. Ella le avisará para que estemos todos conectados. Pasamos una noche de descanso y a la mañana siguiente vamos a la clínica, me hace monitoreo y todo va bien, me hace un registro de contracciones y aún mejor, ya hay una actividad más fuerte. Yo la verdad, ni siento las contracciones.

Nos vamos con la sensación de la calma que precede a algo grande y nuevo, el doctor no hace más que sonreír y decirme “qué bien que ni las sientas ya vas a notar una diferencia, aprovecha el día en calma, posiblemente hoy por la noche o mañana ya nos veremos”. Repasamos cuándo sería ese momento más activo y lo que haríamos como equipo. Él avisará a las demás (doula y matrona). Nos vamos y tenemos un día en calma, salimos a caminar un poco, vuelvo a mi balón y a poner música que había ido escuchando cada vez que en estos 9 meses quería conectar con mi cuerpo y contigo. Me alimento más liviano, veo qué quiere mi cuerpo. Paso el día entre movimiento y descanso. Siento como las contracciones a la tarde van siendo más largas, mi guata se pone cada vez más dura. No quiero hablar con nadie, desde el sábado que el teléfono no contesto ni veo. Quiero estar a solas y se lo transmito a Pablo, me doy una ducha. Él repasa todo lo que queríamos llevar a la clínica, va poniendo aguas de coco en la maleta, dátiles, chocolate amargo. Se va haciendo más de noche y él prepara el ambiente, enciende velas y va haciéndome cariño mientras me siento en el balón. Hablamos a ratos, poco, cada vez hay más silencio y aunque me sugiera que vaya a descansar, lo intento y ya no puedo, no me resulta permanecer en cama. Las contracciones comienzan a ser más fuertes, él decide comenzar a registrarlas en una app que le habían enseñado a utilizar. Yo le aviso cuando comienzan y cuando terminan, me rijo por la tensión en mi guata, se pone dura y hay una sensación nueva. Es ya medianoche y él decide ponerse en contacto con la doula, me dice que le va a avisar porque ya llevo más registros seguidos, yo no estoy tan atenta como él. Grasiele habla con él y se ponen de acuerdo. Mi marido decide dormir un rato mientras yo sigo en el balón. Una hora más tarde ella llega, me abraza y va conmigo acompañando la subida y bajada tras las contracciones, baja un rato todo y nos da tiempo para reírnos y preparar algo de comer, ella se mueve por mi departamento donde ya había visto que estaban las cosas y me prepara un batido. Siento que ella es la dueña de casa y yo puedo estar en mí, eso me alivia tanto. Vuelve todo a suceder nuevamente. Han pasado ya dos horas y me puedo mantener menos quieta, vienen más seguido las contracciones y yo sólo quiero ir al baño a pujar. No hay otra señal. Estoy en calma.

Grasiele comienza a sugerirle a mi marido que me acompañe con algunos masajes en el sacro, me trae un guatero con semillas y vamos haciendo que cada contracción sea más fácil de tolerar. Ella contacta a la matrona quien decide venir a mi casa por la hora, tengo que colocarme un antibiótico por ser estreptococo + en este embarazo el cual me coloca en casa. Lega Coté a acompañarnos, va observando con Grasiele cómo voy transitando las contracciones y se mantienen junto a mi cuando las transito o quiero ir al baño. Cuando esto va siendo más seguido me ofrece hacer un tacto muy sutil para ver cómo voy: “cuello borrado dilatación 5” me dice, “ya estamos en camino, vas muy bien”.

Conversamos sobre qué hacer, nos dejan a nosotros la decisión, si queremos permanecer más en casa o irnos a la clínica. Ya va a amanecer, preferimos evitar el taco de la mañana siendo lunes y partimos 6:30 am. El auto se hace más cómodo conmigo recostada atrás y Grasiele haciéndome cariño, ella me habla bajo y yo voy en posición fetal con una almohada entre las piernas navegando por las contracciones.


Es intenso no poder moverme: “quiero llegar, quiero llegar, cuánto falta” pregunto. Mi marido va concentrado, ya había ensayado el recorrido y sabía bien que estaba haciendo todo lo posible por que estuviéramos ahí lo antes posible. Ya vamos me responde, ya estamos.

En la clínica todo es rápido, mi marido no tuvo que separarse de mi porque ya había hecho el pre ingreso y nos fuimos juntos a la sala. Yo daba dos o tres pasos y necesitaba parar a moverme, haciendo círculos con mi pelvis y apoyada con las manos en las paredes logré avanzar. Coté había llegado antes y ya tenía preparada la piscina, la sala estaba calentita y todo oscuro. Grasiele comenzó a poner nuestra música y unas imágenes que llevamos, preparó un altar y fuimos habitando el lugar. Me quedé un buen rato en el agua, fue tan rica la sensación, vino la calma, la verdad es que tuve contracciones intensas pero con el agua todo se sentía diferente. Hasta nos reímos e hicimos brindis, había vuelto el ánimo. Pasó tiempo y ya me quería mover nuevamente. Necesité salir.

Me dejé estar cómoda físicamente, casi nada cubría mi cuerpo y todo se mantenía a oscuras. Llegó Cristian mi doctor quien pasó a saludarnos, estaba en 7 de dilatación así que dijo “los dejo un rato bien acompañados y vuelvo, estaré atento ubicable aquí”. Ya eran las 9 am habían pasado dos horas, no quedaba rincón de la pieza ni elemento por usar, acostarme ni de lado me era posible, ya estaba con dilatación completa y por más que pujaba mi guatón estaba ahí, cómodo, sin romper bolsa. Legó Cristian, yo figuraba con el reboso sosteniéndome de los brazos de mi marido mientras pujaba. Fue uno más sentado junto a Grasiele y Coté esperando junto a nosotros. Ya estoy más cansada, han sido largas horas. Coté se acerca a monitorear a Tomás para ver que esté bien cada cierto tiempo, cada vez más seguido, está todo bien dice suave cada vez. Me hidrato y alimento, pero el cansancio es cada vez más fuerte. Siento calambres en mi cuerpo, descanso apoyada sobre la pelota de rodillas en el suelo. Hablo con mi hijo y le digo que estoy lista, que hagamos los últimos esfuerzos, todo pasa dentro de mí.

Pujo cada vez que hay contracción, Cristian se acerca con Coté y me sugieren que pruebe sentarme, comienzo a descansar con la espalda apoyada en contra de la cama y me siento en una silla de parto especial. Silla de parto vertical le llaman. Me siento cómoda, ellos se acercan pero apenas los veo bien porque todo es oscuro, hace calor y humedad, yo estoy ahí a la vez que no. Grasiele por detrás me hace cariño, mi marido me toma la mano, ella me limpia con paños calientes la frente y me pone un aroma cada vez que viene una contracción frente a mí, me voy despertando con ello a pujar. Coté me pone unas compresas que había preparado para el momento (unas mezclas de lavanda, matico, y no recuerdo que más), hay un alivio en cada pujo, calor y olores que me calman. Les pido ayuda “hagan algo, estoy cansada”, una parte mía quiere echarse a dormir: ¿qué pasa si dejo este momento? Era una pregunta en mi mente, era como si me apagara o estuviera en otra dimensión, escuchaba todo de lejos y me mantenía con los ojos cerrados. Rezamos todos, ya no sé si fue este el momento u otro, pero hubo momento para ello algo surgió en mí y lo necesité. Ya eran cerca de las 11 de la mañana.

Cristian me dijo “ya tranquila, lo estás haciendo bien, te vamos a indicar cuando pujar, no vayas a todas, espera cuando te indiquemos para que no hagas esfuerzos de más”. Coté acariciaba mi guata y cuando sentía que era una contracción fuerte me decían “ahora, ahora, y algo así como que botara el aire más largo, que lo hiciera con mi respiración”. Yo sólo escuchaba eso, a Pablo diciéndome que lo estaba haciendo bien y a Grasiele que me decía “tu cuerpo puede, déjalo, tú puedes tú eres fuerte”, ambos repetían frases que habíamos sugerido en nuestro plan de parto. Me incorporaba con el aroma de algo cítrico y pujaba, ahí volvía la fuerza, la garra, no sé de dónde. No había dolor, sólo cansancio, era como estar nadando con seguridad pero en un mar que no dejaba de presentar oleaje y me revolcaba la ola de una sensación extraña, intensa, una parte mía no estaba ahí. En la cama a mis espaldas estaba el altar, Grasiele lo había trasladado y lo puso con nosotros. Todos seguían mi ritmo, trato de hacer más, me esfuerzo, le escucho murmurar a mi doctor decirle a la matrona “No está pujando bien”, y yo por dentro me encendí como una fiera y pensé “puja tú ctm”. Sólo vocalicé mi respiración y seguí en mí (después conversamos de eso al pasar los días con mi doula y equipo y cómo eso podría haber interferido, no fue mi caso, pero sé a veces ello puede sacarnos de lugar, a mí me sirvió para sacar más fuerzas).

Hubo una pausa y más, mi cuerpo hacía lo suyo, tenía calambres se contraía y yo estaba media ida, mi marido me empezó a hablar: “ahí está, ahí está, ya estamos, es lo último, ya está”, escucho una voz por la espalda que me dice: “tócalo ahí está Fran, ya lo tienes, es lo último puja con todo déjalo salir”. Respiro profundo y saco todo el aire con todo mi cuerpo. Abro los ojos y Cristian con Coté me miran “ya lo tienes, tranquila, toma su cabeza”, dirigen mis manos abajo, yo les digo “estoy cansada, no sé si puedo”, una parte mía quería entrar en un sueño profundo, la oxitocina seguramente ahora pienso me llevaba a otra dimensión. Sostienen mis brazos y escucho “ahí está, ya lo tienes”, sólo siento calor y humedad, lo tomo por la mitad de su cuerpo, lo saco y lo llevo a mí.

Él llora, yo rompo en llanto y es como que despertara, recién comienza mi día y tomo algo más de conciencia. Mi marido llora mientras nos abrazamos como podemos, lo mantengo pegado a mi mientras todos nos dejan hacerlo.

Me incorporo. Veo ojos igual de emocionados que nosotros: “lo hiciste Fran, lo hiciste escucho, muy bien, bienvenido Tomás, lo hiciste” me toman de los brazos y me invitan a acostarme a la cama. La matrona limpia muy por encima a Tomás y me ayuda a cubrirlo para tenerlo calentito. Grasiele al rato llega con algo de comida rica y me mantiene hidratada. El Neonatólogo estuvo, pero no fue protagonista, sé que se había instalado poco antes detrás de un biombo con una luz baja y se asomó por un costado mientras yo daba mi último pujo para ver salir a Tomás, es lo que reconstruyo luego pues aparece en unas fotos al lado de la cama. No hubo apuros, él observó como cualquier otro y yo pude acostarme con mi hijo en brazos, mientras mi doctor veía cómo reconstruir “allá abajo”. Ya había alumbrado la placenta y mi marido cortó el cordón umbilical, mientras nuestro hijo me miraba y yo a él, manteniéndose con calma sobre mi pecho. Por un lado no dejábamos de hablarle a nuestro pequeño, tomarle su manito y olerlo. Por otro lado, yo no entendía bien qué pasaba y por qué Cristian seguía interviniendo. Desgarro, puntos, todo eso vino de golpe a mi cabeza y recién pude caer en cuenta: pasó, esto es: ¡tuve un parto!

Recién ahí apareció el dolor en forma de incomodidad.

Decidí no poner la atención en ello, la humedad y olor de mi hijo, el sentirlo pegado a mí eran más fuertes que esa incomodidad. Habrá pasado más de una hora y junto a mi marido el Neonatólogo lo revisa, me van compartiendo todo al lado de mi cama. ¡Es un grande, con razón se tomó su tiempo para salir! Todo ello es rápido y vuelve a mí, luego de estar piel con piel con su papá, denuevo con la mente puesta en él lo observo, levanta su cabeza poco a poco como buscando algo, parece reptar y levanta su cabeza arriba y abajo, él me busca y me encuentra. En forma de pecho, parezco ser todo para él. Comenzamos nuestra lactancia ahí mismo y un camino que no sólo me regaló la oportunidad de una maternidad, respetada en su inicio, sino que sanó mucho de la confianza en mi cuerpo desafiada por los abortos previos y tratamientos reproductivos.

A las 11:06 de un lunes 30 de Mayo, Tomás llegó a mis brazos. Sólo puedo agradecer todo lo que me enseñó este momento y lo que me trajo en adelante.

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